Página
en Blanco. Veinte suspiros. Un grito ahogado. Mente en blanco. Apatía visceral.
Me
arremolino en torno a una Idea, algo que genere de la nada trazos negros como
el hollín, que los plasme en un papel, que les dote de significado. ¿Por qué
quedarme ahí? ¿Por qué no aspirar a crear algo que traspase tus pupilas, que se
guarde en tu cabeza, que taladre tu corazón?
-
Porque no puedes. - susurra una voz femenina, muy suave, como traída por un
soplo a mis oídos. - No puedes y lo sabes, pero te niegas a aceptarlo.
No
respondo. De todas formas, no creo que mi voz hubiera llegado a tímpano alguno.
Las voces tímidas nunca llegan lejos. Los susurros se pierden en el aire. Sin
embargo, éste en concreto ha llegado nítidamente hasta mí. Dándome un motivo. Exponiéndome
un simple pero contundente argumento que apunta en mi dirección. Acusándome.
¿Cómo defenderme? ¿Para qué defenderme?
-
Porque no quieres. - me decido de pronto a responder. - Tienes miedo y proteges
tu corazón con mil corazas. Si quisieras, hasta una página en blanco podría
cambiarte la vida. - Mi tono suena firme, nada osado, pero sí seguro.
Solo
oigo el ulular del viento. Quizá si pudiera hablar su idioma, esa lengua de
silbidos y ráfagas... pero los seres convencionales como yo nunca aprendimos
esas cosas. ¿Quién podía sospechar semejante extravagancia? Y ahora me hallo
solo, sin nadie a quien confiarle mi angustia.
-
Yo puedo entender el viento. - esta vez la voz de mujer me sobresalta. Me doy
cuenta de que resulta sobrenatural. Atrevida, sensual, confidente. Es una voz
sublime.
No
digo nada. Sé que seguirá hablando. Una frase como esa requiere de un cierre
apropiado. Tras un silencio nada desagradable amenizado por la batuta del
viento, no tarda en llegarme un nuevo chorro de sensualidad:
-
Y tú puedes entenderme a mí. - unos segundos de pausa, de saboreo delicioso de
un manjar infinito. Un postre que se saborea en los paladares del pabellón
auditivo. - Eres muy agudo. - nueva interrupción, quizá en este espacio que
ocupamos los dos el tiempo está empezando a perder importancia. Quizá ya no
distingo los segundos de los siglos. - No quiero, y esa es la razón de que no
puedas. Ahora te queda averiguar por qué no quiero.
La
lógica es aplastante, inaudita. Nunca antes una mujer me habló con tanto
descaro, con tanta osadía. Maldita sea, ¡esta voz a la que no pongo cara está
llegando a las raíces mismas de la Realidad!
Necesito
pensar. Y sentir. Ambos estamos bailando, y en el baile se necesita pensar y
sentir para ejecutar los movimientos con precisión y armonía. Como en la
escritura. Pensar y sentir. Sin la existencia del tiempo. Esa es la esencia. ¡Lo
tengo!
-
Tú no quieres porque no puedes. - Hago una pausa. Nunca en mi vida mi propia
voz me había sonado tan firme. Tal vez porque nunca antes había creído en algo
con tanta fuerza como ahora en estas palabras. - Te duele, te atenaza, el miedo
te desolla... Nunca has sentido tanto miedo como ahora hablando conmigo,
desnudándote entera con tu cuerpo invisible y tu voz de sirena encantada.
El
tiempo ya no existe. Simplemente las cosas fluyen, en sucesión o todas a la
vez, carece de importancia. Susurros, voces, la brisa, el viento, palabras...
-
Sabes que mi amor solo es superado por mi miedo...
-
Y tú sabes que el miedo forma tanto parte de ti como de mí. De mis historias,
de tus miedos. ¿Por qué no lo abrazamos?
-
Esas ideas tuyas...
-
Esas ideas nuestras te dan miedo, y
me dan miedo. ¿Y qué importa eso? Podemos construir un mundo a nuestra imagen y
semejanza. Podemos ser Dioses.
-
Podemos fracasar, es demasiado ambicioso, jugar a ser Dioses... - va a decir
algo más, pero la interrumpo.
-
Esto no es ningún juego, no es nada ambicioso, no tenemos responsabilidad
alguna. Solo hay que hacerlo lo mejor que uno sabe. Lo mejor que yo sé. Los que quieran morir o matar
podrán hacerlo. Pero yo seguiré sacando hollín. La Idea lo es todo. Sin ella tú
no existirías. Sin ella yo no existiría. ¡Sin ella la Realidad misma no
existiría! ¿Puedes aceptar esto? Tu susurro y mi desdibujada figura perdida ahora
mismo entre el viento otoñal somos el milagro de la creación. Somos Idea sobre
Idea, una Realidad sacada de la Página en Blanco.
Ya
nadie responde. El tiempo vuelve a ser el que era antes de aquellas tres
palabras primitivas, Porque no puedes.
El viento ha cesado. Estoy en casa. Mi habitación está bien iluminada. Me
siento al escritorio. Enciendo el ordenador. El teclado, a escasos centímetros
de las yemas de mis dedos, reposa infatigable. Delante de mí la encuentro. El
molde para la libertad, para la justicia, para el amor, para el odio, para el
miedo, para el horror. El molde mismo de la Realidad.
Una
Página en Blanco.
Dani me ha gustado muchísimo, enhorabuena.
ResponderEliminarPaloma